martes, 25 de junio de 2024

- Monasterio de Sucevita, en Bucovina

 

El Monasterio de Sucevița es sin duda el monasterio mejor conservado junto con el de Voronet. Precioso, con rasgos tanto bizantinos como góticos, siguiendo además la estructura de iglesia fortificada típica de Rumanía. Precisamente se piensa que estos muros han sido los que han protegido sus frescos de la erosión. ¡Qué suerte! Destaca en sus pinturas la Escalera de las Virtudes, donde las almas de los hombres son elevadas al cielo por ángeles o arrojadas al infierno.

Situado a 18 kilómetros de Radauti, en el pueblo y junto al río del mismo nombre, el monasterio se fundó en 1583, aunque no se terminó hasta 1601, pues fue uno de los últimos monasterios en pintarse. El entorno natural en que se encuentra es magnífico.

Su arquitectura guarda similitud con el resto de las iglesias moldavas, predominando los elementos bizantinos y góticos, y sus muros exteriores e interiores aparecen totalmente revestidos de pinturas, tanto de un lado como de otro.

Lujosa residencia en sus buenos tiempos se encuentra en un recinto fortificado, ocupando el interior de un patio casi cuadrado de 100 metros de lado, rodeado de murallas de seis metros de altura y con cuatro torres, una en cada esquina. Por sí mismo, ya merecería una visita. En la parte exterior, hay otra iglesia y un cementerio.

El color de pintura que domina en este Monasterio es el verde, lo que se puede apreciar perfectamente si nos acercamos lo suficiente.

Además de volver a quedarme con los ojos a cuadros al ver cada detalle de los muros pintados, como escenas más destacadas se citan los Milagros de Jesús y, sobre todo, la Escalera de las Virtudes, una de las obras cumbre de las imágenes pintadas de Bucovina.

Quienes aspiren a llegar al paraíso deberán superar sus 32 peldaños y, al margen de su condición, los que no sean dignos de ascender al escalón final (el Cielo) terminarán cayendo al vacío, es decir, al infierno. Todo muy gráfico y expresivo para las gentes del Medievo.

Y dando la vuelta, por el otro lado de la iglesia, las escenas de las pinturas tampoco tienen desperdicio, incluidas las de los dos pórticos.

Se considera que las pinturas exteriores de Sucevita son que mejor se conservan de todas las iglesias de Bucovina. Cierto o no, la verdad es que son una maravilla. Y colabora a tan grata impresión el bello entorno en que se encuentran.

Dentro de esta Iglesia se puede hacer fotos, aunque solamente en desde el primer pórtico, lo que permite apuntar un poco más hacia el interior a fin de captar lo que se pueda.

Ni que decir tiene que, al igual que las del exterior, los muros interiores presentaban un aspecto espléndido, tanto que apabulla al encontrarnos en unos espacios reducidos y con bastante gente.

Aunque se suele hablar de los «Monasterios pintados de Bucovina», en la lista de la UNESCO están inscritos como «Iglesias de Moldavia», región histórica de Rumanía ubicada entre los Cárpatos y la República de Moldavia. Ambas Moldavias formaron parte del extinto Principado de Moldavia, que en 1859 se unió al Principado de Valaquia para formar el Reino de Rumanía.

Bucovina es una región histórica mucho más pequeña que también formó parte de aquel principado moldavo. Esta zona estuvo en manos de los austríacos desde 1774 hasta la conclusión de la Primera Guerra Mundial. Volvió entonces a manos rumanas, pero al finalizar la Segunda Guerra Mundial la mitad del territorio fue cedido a los soviéticos, motivo por el que hoy Bucovina se divide entre los Estados de Ucrania y Rumanía. Oficialmente, sin embargo, ninguna de estas dos regiones tiene entidad propia. Los límites oficiales más parecidos coincidirían con el condado de Suceava, ciudad que puede servir de base si se quieren visitar estos monasterios.

La mayoría de los monasterios supervivientes siguen unos patrones de diseño comunes, aunque cada uno tiene sus particularidades. La iglesia se encuentra en el centro del complejo monástico, que está protegido por una muralla más o menos sólida, a veces reforzada con torreones y siempre con un torreón de acceso; no es más que el reflejo de la protección necesaria ante las incursiones otomanas.

La iglesia está pintada tanto exterior como interiormente, aunque en la mayoría de ellas se han perdido las pinturas exteriores de la cara Norte debido a las inclemencias meteorológicas; la temática de estas suele ser más o menos similar: la Escalera hacia el Cielo o Escalera de las Virtudes, un curioso tema poco frecuente en Occidente, el Árbol de Jessé, el Juicio Final, la Toma de Constantinopla, vidas de Santos y personajes del Antiguo Testamento, especialmente Moisés, la pintura votiva con los patrocinadores de la edificación en el muro Oeste interior, el Pantocrátor en la cúpula principal….

El estilo es una mezcla particular de un gótico tardío con el estilo bizantino y las construcciones tradicionales moldavas. Destaca la cabecera trilobulada y decorada con numerosos arcos ciegos que alojan pinturas, el voluminoso alero que servía de protección a los frescos, la presencia de una o varias cúpulas que se asientan sobre unos curiosos arcos cruzados, los interiores divididos en varias salas hasta llegar al iconostasio, los escasos y pequeños vanos, la sala de que acogía las tumbas de los patronos del monasterio, la pequeña y secreta sala superior que albergaba los tesoros del complejo, pero sobre todo la gran profusión de pinturas al fresco que lo inundan todo en una mezcla de intensos colores que puede llegar a ser apabullante.


Los religiosos/as ponen especial esmero en el cuidado de sus jardines, en los que destacan las rosas con las que elaboran una deliciosa mermelada. Además de los recintos que sirven de alojamiento a los monjes/as, se suelen encontrar hospederías, refectorio, sala capitular, talleres en los que se suelen elaborar tradicionales iconos pintados, biblioteca y habitualmente una residencia palaciega de los benefactores del recinto.

Tras su llegada al trono de Moldavia en 1595, Jeremías Movila hizo añadir a la iglesia dos pequeños pórticos en las entradas Norte y Sur, elemento que caracteriza a esta iglesia frente a otras de Bucovina, además de las murallas y torres del recinto que confieren al monasterio un aspecto de ciudadela. También hizo edificar una casa principesca, cuyas ruinas persisten hoy día en al lado Norte, así como celdas para los monjes. También se realizaron los frescos del interior y exterior de la iglesia.

La iglesia está dedicada a la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (se puede observar el fresco en un tímpano sobre la puerta de la torre de entrada al conjunto) y es un perfecto ejemplo del estilo arquitectónico moldavo, consolidado durante el reinado de Esteban el Grande, combinando armoniosamente elementos del arte bizantino y gótico, a lo que se añaden otros de la arquitectura de las antiguas iglesias de madera de Moldavia.

LAS PINTURAS fueron realizadas al fresco y son obra de dos pintores moldavos: Juan el Pintor y su hermano Sofronie, conservándose en su estado original. Un rasgo característico de la pintura de Sucevita es su propensión a la narración, configurando ciclos completos de vidas de santos como San Juan el Nuevo, San Pacomio, Santo Mártir Jorge, 

la vida de Moisés, etc, presentadas, como es habitual, con fines educativos. El talento y maestría de los pintores se manifiestan sobre todo en las perspectivas tomadas del arte posbizantino de esta zona de Europa.

El programa iconográfico de la pintura exterior e interior observa la tradición constituida en la primera mitad del siglo XVI, pero introduce algunos temas nuevos de carácter teológico-dogmático, como es la escena de la concha en la naos representando el himno litúrgico «Uno Nacido…» y otras interpretaciones de la Trinidad.

Del conjunto de las iglesias moldavas con pintura exterior, Sucevita tiene la mejor conservada, siendo el único ejemplo que sigue conservando las pinturas del lado Norte, donde está representada la Escalera de las Virtudes, la más impresionante por la amplitud y el contraste entre el orden de los ángeles y el caos del infierno. Representa la lucha entre el bien y el mal, el intento del hombre de alcanzar la perfección, para recobrar su esencia perdida por haber caído en el pecado.

En las paredes de los tres ábsides, en siete registros, se reproduce la Oración de Todos los Santos, tema único en el arte cristiano ortodoxo, creación de la escuela de pintura de Moldovita.

El lado Sur está decorado con el Árbol de Jesé, temática muy frecuente en las iglesias moldavas, que tiene en su base la reproducción de filósofos de la Antigüedad, representación que podría resultar extraña en un edificio de estas latitudes, pero que también es bastante común, así como los ciclos astrales y signos zodiacales, especialmente en los muros Oeste de los templos.

En el interior, completamente cubierto de pinturas al fresco en un estado de conservación excelente, destaca el cuadro votivo en la naos, en el que se representa a toda la familia de Jeremías Movila, así como al arzobispo Jorge Movila, iniciador de la construcción de la iglesia, y al padre de ambos Juan Movila, antiguo gran dignatario enfrailado en su vejez. La bóveda se cubre con un ciclo sobre la vida, milagros y Pasión de Jesucristo.

En la sala destinada a las tumbas se encuentran los sepulcros de los hermanos vaivodas Jeremías y Simeón Movila, cuyas losas de mármol de Ruschita son uno de los mejores ejemplos de la escultura medieval tardía de Rumanía. El iconostasio que separa el altar de la nao está tallado en madera de tejo en estilo barroco-rococó, realizándose en 1801.

El Monasterio de Sucevita posee una colección de objetos de gran valor artístico y cultural expuestos en el actual museo, antigua sala de reuniones del monasterio en el ala Este del recinto. Entre las obras expuestas destacan algunos bordados de gran valor de los siglos XV-XVI, de los reinados de Esteban el Grande y Jeremías Movila, realizados con canutillo, seda y perlas. Las piezas más importantes son los retratos de jeremías y Simeón Movila, así como un epitafio con perlas, los libros de Evangelios con encuadernación de plata dorada y un sagrario donado por el arzobispo Jorge Movila.

El monasterio de Sucevita, que sigue vigilando desde hace cuatro siglos las faldas de las montañas de Bucovina, es un testimonio de fe ancestral e historia de un pueblo, que ha perdurado a lo largo de los siglos manteniendo viva la llama de la espiritualidad ortodoxa rumana.

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