En Bran, en la región de Transilvania, construido sobre una roca de más de 100 metros de
altura, sobre el eje de un precipicio se encuentra el castillo más famoso de Rumanía: el Castillo
de Bran, conocido popularmente como el Castillo del Conde Drácula.
Su aspecto tétrico y al aura de misterio que lo rodea han hecho recaer sobre la famosa leyenda del escritor irlandés Bram Stoker.
No cabe duda de que el Castillo de Bran o el Castillo del Conde Drácula tiene más de leyenda que de realidad, pero su enclave y sus imponentes torres y torreones hacen que su visita merezca mucho la pena.
Castillo de Bran está entre el mito y la historia. Debido a que su representación ficticia del castillo de Drácula coincide con Bran tan de cerca, que se cree ampliamente que Bram Stoker debe haber usado descripciones de él para crear el hogar ficticio del Conde Drácula.
El conde Drácula es un personaje ficticio creado por Bram Stoker, que está inspirado en un personaje histórico real llamado Vlad Tepes:
Vlad Tepes o Vlad Draculea (recibía este nombre por el apodo de su padre Dracul, que significa demonio en rumano) fue un príncipe de Valaquia del siglo XV, que luchó contra la expansión de los otomanos.También lo llamaban «Vlad el empalador» por sus sangrientas costumbres. Se dice que empalaba a sus enemigos y bebía su sangre delante de ellos, recogida en una copa de plata, mientras los veía morir.
Parece ser que la única relación que Vlad Tepes tuvo con el Castillo de Bran, fue que pasó dos noches en sus
mazmorras.
Pero el
verdadero Castillo del Conde Drácula, o mejor dicho de Vlad Tepes, es el Castillo de Poenari. El
acceso a este castillo es muy complicado, para llegar a él hay que atravesar un
bosque durante media hora y subir una escalera de 1500 peldaños. Su estado de
conservación es bastante malo, pero merece la pena que os
acerquéis a él para poder decir que habéis estado en el verdadero castillo del Conde Drácula.
El Castillo de Bran se
construyó a principios del siglo XIII. Inicialmente fue una fortaleza medieval.
Merece la pena pasear un rato por sus jardines, para obtener fotos con una buena perspectiva.
Antiguamente Transilvania pertenecía a Hungría. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial las autoridades
decidieron regalar el castillo a la Reina María de Rumanía, que lo modernizó y
lo convirtió en residencia real desde 1920 a 1930.
Durante el período comunista de Rumanía el Castillo de Bran fue incautado a la familia Real y hasta el 2006 no les fue devuelto. Los herederos intentaron venderlo, pero no llegaron a lograrlo. Así que decidieron explotarlo a nivel turístico.
El interior
del Castillo de Bran es un laberinto de salas y pasadizos. Alberga 60
habitaciones, muchas de ellas conectadas por pasajes subterráneos en los que
hay armaduras de los siglos XIV a XIX.
Las salas
están decoradas con un bonito mobiliario de la época en la que el castillo era
una residencia real y con todo tipo de detalles: alfombras de piel, jarrones de
cerámica…
En una de las
habitaciones superiores hay una exposición dedicada a la leyenda de Drácula y su relación con el Castillo de Bran.
El Pueblo de Bran
Bran es
un pequeño pueblo donde no hay atracciones turísticas, lo único es el Castillo del Conde
Drácula. A no ser que queráis
hacer alguna ruta de senderismo por los frondosos bosques que lo rodean, yo os
recomendaría alojaros en la ciudad de Brasov, situada solo a 30 km.
Fuera del castillo, tendrá la oportunidad de probar una variedad de comidas tradicionales: quesos hechos a mano, pálinka (aguardiente de ciruela y pera) y jamón y salchichas de producción tradiciona.
El restaurante
se llama La Cristi y está muy cerca del castillo de Bran. Nos llamó la atención su decoración y decidimos comer
allí. Era bastante barato, pero la comida dejaba mucho que desear. La atención
fue pésima y lo que tardaron en servirnos inaceptable.
Lo único que
se salvaron fueron los postres. ¡El papanasi estaba espectacular!
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