jueves, 18 de abril de 2024

- La iglesia de los zabaleen en la colina Mokattam


La iglesia copta de los zabaleen (basureros) de El Cairo

Los zabaleen son un grupo de cristianos coptos egipcios que viven al pie de una colina llamada Mokattam, en las afueras de El Cairo. Desde que hace ochenta años abandonaran su tierra original en el Alto Egipto, se han hecho famosos en una de las ciudades más populosas –y sucias– del mundo por su finura para la recolección y reciclaje de basura. Aunque comenzaron con el cartón y el papel, fueron ampliando su radio de acción a los residuos orgánicos (con los que en parte alimentaban a su ganado) y luego con el metal. Después vino el plástico…

  ¿La población? Más de 60.000 cristianos coptos y toda la basura de El Cairo. Los ‘zabaleen’, cristianos coptos, han construido la mayor iglesia católica de Oriente Medio

  Mokkattam: zabbaleen, “gente de la basura”, en árabe. La informal Ciudad de la Basura fundada por la minoría cristiana de coptos, en una zona de El Cairo, que reciclan residuos, como una “ciudad interior” separada espacial y culturalmente es un fenómeno arquitectónico de los espacios urbanizados contemporáneos. La fuerte división entre la zona sacra, con iglesias excavadas en la roca, y la zona profana de los trabajadores llena de basura perfectamente ordenada...

  Entre los monumentos emblemáticos, las mezquitas y los zocos de El Cairo se encuentra un asentamiento marginal lleno de basura. Bolsas y bolsas y bolsas de basura. Apropiadamente apodada Ciudad Basura, en realidad se llama Manshiyat Naser y está ubicada en las afueras del centro de El Cairo, en la base de la colina Mokattam.


  Pocos lugares pueden representar mejor la discriminación que denuncian los cristianos egipcios como el barrio de Hanna Fathy. Forma parte de los zabbaleen, “gente de la basura”, en árabe. Como el resto de sus vecinos, se dedica desde niño a separar la mayor parte de los desechos que producen diariamente los 20 millones de habitantes de El Cairo. Las calles de la ciudad de la basura albergan toneladas de residuos, animales, excrementos y otras 60.000 almas como la de Fathy, de profundas creencias cristianas. Es la comunidad de coptos más homogénea de la capital egipcia.

  “Para muchos de mis vecinos, la ciudad de la basura es simplemente su hogar”, señala este joven de 28 años. Representa la tercera o cuarta generación de una comunidad que lleva instalada en este arrabal cairota desde mediados de los años cincuenta, cuando el panarabismo del coronel Nasser provocó el desplazamiento de millones de miembros de esta religión al exilio. Algunos, como los antepasados de Fathy, prefirieron arrinconarse en esta colina alejada del centro de la ciudad y hacer de la basura su medio de vida.


  Es el futuro que le espera a los dos hijos de este egipcio, que asegura haber aprendido el buen inglés que habla sin haberlo estudiado. Sus pequeños sí acuden a uno de los dos colegios que existen en el barrio. También hay tres centros médicos, aunque ninguno de ellos “son de buena calidad”. Cada vez que sufren alguna enfermedad tienen que salir a la ciudad. Algo a lo que sólo están acostumbrados para traer la basura en camionetas. Una vez que llegan a la montaña, los burros ayudan en la tarea del transporte.

  Los zabbaleen pueden ganar mensualmente, en el mejor de los casos, unas 1.000 libras egipcias, 125 euros. Aunque la situación ha empeorado en los últimos años. En 2009 el Parlamento decidió sacrificar a los 300.000 cerdos que poseían. Las autoridades egipcias, un país de mayoría musulmana donde no se consume esta carne, no tuvieron dudas a la hora de culpar a los cerdos del origen de la llamada gripe porcina. “Fue un golpe muy duro para nosotros, porque los cerdos se comían los residuos orgánicos y nos ayudaban a separar la basura para reciclarla”, explica Fathy.




   Se da la circunstancia de que los zabaleen viven al pie de la que ahora es la mayor iglesia católica de Oriente Medio. Ha sido excavada en la roca de Mokattam con una persistencia y rapidez sorprendentes desde que se iniciaran los trabajos en 1974. Allí, los zabaleen se sienten seguros, pues en la ciudad son mal vistos por su triple condición de foráneos, cristianos y basureros.


  El templo en cuestión es una ciclópea obra dedicada a Simón el curtidor, un santo milagrero local. La nave central aprovecha una oquedad natural que ha sido ampliada para instalar bancos en forma de hemiciclo, abrazando al altar mayor. Hasta 20.000 personas pueden acudir a la vez a los oficios religiosos. En las paredes de la cantera que la arropan hay gigantescos relieves con imágenes de la Virgen, de ángeles y del santo Simón, amén de inscripciones en inglés y árabe alabando la obra de Dios.

  Aunque muchos cairotas habían oído hablar de que en ‘la ciudad de los basureros’ se estaba construyendo un templo católico, pocos eran los que se aventuraban por aquellos barrios para comprobar in situ lo que estaba sucediendo. A principios de este siglo, sin embargo, cuando comenzaron a llegar ingenieros, ambientalistas e incluso autoridades municipales de Occidente interesados en ver qué se podía aplicar del sistema de reciclado de basuras de los zabaleen a sus ciudades y ‘descubrieron’ el tamaño de la iglesia, los propios cairotas empezaron a tomar conciencia de su atractivo turístico.

  Aun hoy la iglesia de San Simón es una rareza en los circuitos que recorren la capital, que básicamente pasan por la llanura de Guiza y el barrio-zoco de Khan el Khalili y salen a la fuga hacia el Nilo. Pero cada vez más hay ‘audaces’ viajeros que se atreven a cruzar la ciudad de los basureros para ir al encuentro de este templo que algún osado ha querido comparar con la Sagrada Familia. Solo se parece a la basílica barcelonesa en que no se ha terminado y que es gigantesca, pero ahí acaba toda semblanza.

  Los últimos gobiernos egipcios han reconocido el valiosísimo trabajo de los zabaleen como recicladores de montañas de basura que, de otra manera, se acumularían de manera infame por toda la ciudad. Pero ello no impide que entre la mayoritaria comunidad musulmana estos cristianos se vean todavía con recelo, especialmente sabiendo que están levantando una enorme iglesia.

   Para visitar San Simón el Curtidor hay que dirigirse a las colinas orientales de la ciudad, en la orilla izquierda del Nilo. Algunos taxistas cairotas todavía se resisten a ir allí “porque hay gente que come y posee cerdos”, pero cada vez más las agencias de viajes del centro de la ciudad organizan excursiones de un día para entrar en la iglesia de la cueva y, de paso, asistir al trabajo de recolección y reciclado de basuras de la comunidad copta de Mokattam.

        San Simón el Curtidor, en la iglesia de la cueva; de la comunidad copta de Mokattam

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