Guerra del Vietnam
(1 nov 1955 - 30
abr 1975)
La guerra de Vietnam, llamada también Segunda Guerra
de Indochina, y conocida en Vietnam como Guerra de Resistencia contra Estados
Unidos fue un conflicto bélico librado entre 1955 y 1975 para impedir la
reunificación de Vietnam bajo un gobierno comunista. Esta
guerra enfrentó al gobierno comunista de Vietnam
del Norte y sus aliados en Vietnam del Sur, (conocidos como el Viet Cong), respaldados por China y la Unión Soviética, contra el gobierno de Vietnam
del Sur, su principal aliado Estados
Unidos y otras naciones aliadas.
Se calcula que murieron en total entre 3,8 y 5,7 millones
de personas. Estados Unidos contabilizó 58.159 bajas y más de 1.700
desaparecidos, constituyendo la contienda más larga de dicho país hasta la
Guerra de Afganistán.
Fue una de las
guerras más importantes del periodo llamado Guerra Fría.
El conflicto surgió a partir de la Primera
Guerra de Indochina, en la que las tropas coloniales francesas combatieron
contra el Viet Minh liderado por los comunistas en la Indochina francesa. La
mayor parte de la financiación del esfuerzo de guerra francés fue proporcionado
por los Estados Unidos.
La intervención norteamericana en Vietnam
data de los primeros años de la década de los sesenta, de la época de la
administración Kennedy. Comienza con el envío de asesores de los servicios de
inteligencia en apoyo del régimen existente en Vietnam del Sur y se convierte
progresivamente en intervención militar abierta desde 1964.
La guerra de Vietnam se prolongaría durante
toda la década hasta la retirada definitiva de las tropas de los EEUU en 1972. El momento culminante de la guerra tuvo lugar, sin
embargo, en la segunda mitad de la década de los sesenta, que es también el
momento en que se multiplican los movimientos estudiantiles y universitarios en
todo el mundo según una secuencia que incluye California, Madrid y Barcelona,
Berlín, París, Milán, Praga, Londres, Ciudad de México, Pekin, Tokio, Varsovia,
Frankfurt y muchas otras ciudades con una población universitaria importante.
Con independencia de las causas inmediatas de
la eclosión de estos movimientos estudiantiles, en todos los casos estuvo
presente la protesta contra la guerra de Vietnam, y más concretamente contra la
invasión militar norteamericana de la región del Sudeste asiático.
En Latinoamérica la protesta estudiantil
enlazó en seguida con el antinorteamericanismo tradicional, agudizado por lo
que se consideraba una nueva agresión imperialista, y ello con la atracción por
la actividad de la guerrilla, de la que el poeta salvadoreño Roque Dalton dijo
por entonces que era “lo único limpio que quedaba en el mundo”.
Ernesto Che Guevara había vinculado las
luchas guerrilleras con el llamamiento a crear varios Vietnam; y después de su
muerte, en 1967, esa idea guevarista fue repetida en numerosas movilizaciones
estudiantiles no sólo en el cono sur sino también en algunas ciudades europeas.
Los ecos de la protesta contra la intervención norteamericana en Vietnam en
favor de un régimen dictatorial desprestigiado entre la población y de aquel
llamamiento de Ernesto “Che” Guevara llegaron también a Europa. Este eco era ya
muy perceptible en los discursos de los líderes estudiantiles de la Universidad
Libre de Berlín aquel mismo año 1967.
La
importancia de la protesta contra la guerra, que actúa como trasfondo o hilo
rojo unificador de la gran mayoría de las protestas estudiantiles de la segunda
mitad de los sesenta en todo el mundo, es un hecho reconocido por todos los
autores que se han ocupado de los movimientos sociales y de la cultura juvenil
de esta época.
Con matices y diferentes acentuaciones
aparece en las obras, documentos, panfletos y ensayos que se pueden considerar
más representativos de aquel momento: en las obras de Theodore Roszak sobre el
nacimiento y desarrollo de la contracultura en los EE.UU; en el análisis que
entonces hizo Noam Chomsky sobre el papel de los intelectuales; en las
conversaciones y discusiones de Herbert Marcuse con los estudiantes berlineses,
en 1967, sobre el fin de la utopía; en las imágenes que han quedado de las
asambleas y manifestaciones de los estudiantes de la Sorbonne y de Nanterre
durante la rebelión de mayo de 1968; en los manifiestos inaugurales del “Living
Theater”; en los documentos del movimiento estudiantil italiano y en los
documentos del movimiento estudiantil en España a partir de 1967.
Habría que añadir que la protesta contra la
guerra de Vietnam fue también en esos años el principal factor de aproximación
entre los movimientos y organizaciones estudiantiles y muchas otras
manifestaciones político-culturales, o culturales en sentido amplio, animadas
por diferentes intelectuales, artistas y profesionales tanto en Europa como en
otros lugares del mundo. Esta protesta contra la guerra está muy presente en la
actividad de Bertrand Russell en Gran Bretaña y de Jean Paul Sartre en Francia;
en las declaraciones del Movimiento Pugwash, formado por científicos de todo el
mundo comprometidos en la lucha contra las armas nucleares y contra la
utilización de armas químicas y biológicas; en las canciones de los Beatles, de
Bob Dylan y de Joan Baez; en los relatos contemporáneos de Norman Mailer; en el
teatro de Peter Weiss y en el cine de Bertolucci.
No hay más que repasar la lista de los
primeros firmantes del manifiesto para la creación de un tribunal internacional
llamado a juzgar los crímenes de guerra en Vietnam, manifiesto animado por la
Bertrand Russell Peace Foundation, en 1967, para darse cuenta de la dimensión y
pluralidad de este otro movimiento que tantos puntos de contacto tuvo con el
movimiento universitario: Gunther Anders, Lelio Basso, Simone de Beauvoir,
Lázaro Cárdenas, Stokely Carmichael, Josué de Castro, Vladimir Dedijer, Isaac
Deutscher, Danilo Dolci, Jean-Paul Sartre, Laurent Schwartz, Peter Weiss.
Es importante decir que ninguno de esos autores
era en 1967-1968 “pacifista” en el sentido que luego tomaría esta palabra a
mediados de los ochenta, ante el espectro de una guerra librada con armas
nucleares en el escenario europeo. Todos ellos estaban a favor de una salida
negociada y honorable de la guerra, pero todos ellos condenaban la intervención
norteamericana en Vietnam, como una manifestación de “la barbarie del mundo
libre”, llamaban la atención de la opinión pública sobre la destrucción que el
ejército norteamericano estaba llevando a cabo con napalm en las selvas
vietnamitas y apoyaban, además, con mayor o menor decisión según los casos, el
punto de vista de Ho Chi Mihn, presidente de Vietnam del Norte, y del Frente de
Liberación de Vietnam, el Vietcong de Vietnam del Sur, orientado entonces por
el partido comunista aunque con participación de otras personalidades (por
ejemplo, de una importante minoría budista).
Eran, eso sí, antimilitaristas, simpatizantes
de la revolución, aunque críticos también de la burocratización del socialismo
en la Unión Soviética. Eran declaradamente anticapitalistas y aceptaban, en
aquel caso extremo, la necesidad de la violencia para hacer frente a la
violencia. Con algunos matices que luego comentaré el abanico de ideas
representado por estos autores fue también el que predominó en las vanguardias
de la mayoría de los movimientos estudiantiles de la época.
Pero lo que acabó convirtiéndose en 1968 en
uno de los hilos de las movilizaciones estudiantiles y universitarias no
estuvo, naturalmente, en su origen. Se suele decir que la revuelta de Berkeley
fue el primer aldabonazo de los movimientos estudiantiles. Eso ocurría en el
otoño de 1964. Y su causa inicial fue la protesta contra la forma autoritaria
de gestionar la universidad pública.
Quienes iniciaron la protesta en los EEUU
eran en su mayoría los hijos de las clases medias del final de la segunda
guerra mundial, jóvenes que habían nacido justo al acabar la guerra, excelentes
estudiantes. En este incipiente movimiento estudiantil norteamericano hay un
vínculo muy claro con el movimiento, más amplio, en favor de los derechos
civiles. De hecho, el conflicto nació en Berkeley como una extensión del
movimiento en favor de los derechos civiles para convertirse casi
inmediatamente en un conflicto que ponía el acento en los problemas de fondo de
la universidad, de la “Multiversidad”, como la llamaron.
No es fácil entender ahora cómo llegaron a
combinarse dos almas tan distintas en la contracultura americana de los
sesenta: el alma hyppi y el alma revolucionaria (guevarista, marxista,
marcusiana, de los panteras negras). Pero fue así. Y la explicación de eso
seguramente fue la facilidad de la traducción recíproca de los lenguajes de
tradiciones y actitudes tan diferentes ante el asunto central de la guerra de
Vietnam. Por debajo de las diferencias en la crítica de la guerra en curso y
más allá de las diferencias de lo que entendían por “paz” grupos y movimientos
tan distintos, la oposición al reclutamiento, las llamadas a la deserción y la
desobediencia civil unificaban lenguajes. Vestirse de flores, usar “bicis
blancas” en la ciudad dominada por el automóvil, diferenciarse persistentemente
de los mayores en la forma de vestir, dejarse el cabello largo, huir de la
familia para ir a establecerse en una comuna rural, proletarizarse, mezclarse
con los negros donde eso estaba mal visto, organizar marchas contra la guerra,
participar en una “sentada” en la que se cantaba el “No, no nos moverán” o el
“Submarino amarillo”, publicar un periódico underground: son formas varias,
unas veces en competición, otras en aproximación, de lo que se llamó el Gran
Rechazo, formas que seguramente no habrían coincidido sin el espectro de fondo
que atenazaba a los jóvenes y a sus familias: la guerra de Vietnam.
En Europa, en
cambio, y sobre todo en Francia, Holanda, Alemania e Italia, la llamada sesenta
y ochesca (1968) a la “proletarización” trata de enlazar en forma directa con
aquella parte de las tradiciones revolucionarias, un día vanguardistas, que se
habían conservado más vivas y más críticas: ciertas corrientes anarquistas y
marxistas que quedaron desplazadas ya en los años veinte y treinta por el
leninismo y por el estalinismo. La Internacional Situacionista en Francia, los
“enragés” del mayo francés, el movimiento de los “provos” en Holanda y la
mayoría de los dirigentes de la universidad crítica en Berlín o del movimiento
estudiantil en Italia son exponentes de este punto de vista, que también se
encuentra representado en algunas de las organizaciones estudiantiles de Madrid
y Barcelona (sobre todo después de 1968).
Fin de la guerra del Vietnam
Tras diez años de permanencia y combates, el 29 de marzo de
1973, Estados Unidos completo la retirada de los últimos 4.300 soldados
norteamericanos que combatieron en Vietnam. Aquel día se celebró en Saigón la
ceremonia de retirada de la bandera estadounidense como símbolo del fin de la
presencia militar americana en Vietnam.
Debido a que la participación en la guerra se
reveló como cruel e interminable, dividió a la opinión pública norteamericana y
esto sirvió como base para el nacimiento de un movimiento pacifista entre la
sociedad civil. Lo anterior debido a que el saldo en vidas de esta guerra fue
de 500.000 civiles y 200.000 soldados vietnamitas por 57.000 soldados
norteamericanos
La retirada de las tropas estadounidenses facilitó el
derrumbe inmediato del Sur. La ofensiva final comunista tuvo lugar en la
primavera de 1975. El 30 de abril, los comunistas tomaron Saigón y forzaron la
rendición de los sud-vietnamitas.
El 2 de julio de
1976, se reunificó el país bajo el nombre de la República Socialista de
Vietnam. La guerra había terminado. Más allá de la lucha por los territorios,
este conflicto fue una lucha de superpotencias, del capitalismo contra el
comunismo.
Dentro del orden
mundial de la época, la derrota de los Estados Unidos significó un fuerte golpe
a su poderío militar e internacional, que hasta entonces gozaba de total
inmunidad. China y la URSS fueron las más favorecidas. Sin embargo, el efecto
más significativo fue la reconstrucción del propio Vietnam, que tuvo que acoger
a los distintos grupos sociales y políticos en una sola nación.
La impresión de que un pueblo
pobre, pero muy motivado podía derrotar a la mayor potencia mundial empleando
la guerra de guerrillas caló muy hondo en la mayoría de los países. Hasta el punto de
considerarse el medio definitivo de lucha de los militarmente débiles contra
los militarmente fuertes, debieron llegar movimientos como el de los Sin Tierra latinoamericanos para
desvincularse de dicha lucha. Esta supuesta invencibilidad de las guerrillas ha
quedado también como un mito, pero la Historia posterior ha desmentido este
supuesto.
En Centroamérica, la experiencia obtenida en la Guerra de Vietnam sirvió a los Estados Unidos para formar durante la Crisis centroamericana de la década de los ochenta a las fuerzas de Guatemala, El Salvador, Honduras, etc. contribuyendo a vencer los procesos revolucionarios comunistas en Centroamérica que preocupaban a Estados Unidos. En Centroamérica solo Nicaragua implantó su revolución.
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